
El tiempo que un consumidor tarda en abrir un empaque puede influir directamente en su percepción sobre la marca y el producto. Estudios indican que el 67% de los clientes han experimentado frustración al intentar abrir empaques complejos, una situación conocida como “wrap rage”. Esta dificultad puede generar una impresión negativa antes de que el usuario interactúe con el contenido.
Empresas de diversos sectores han implementado estrategias para optimizar el diseño de sus empaques con el objetivo de mejorar la experiencia del cliente. Apple, por ejemplo, ha priorizado la facilidad de apertura y la presentación estética, entendiendo que el empaque no solo protege el producto, sino que también forma parte de la identidad de la marca. “Buscamos que nuestros empaques reflejen la misma calidad que nuestros dispositivos, generando una experiencia fluida y placentera”, señalan desde la compañía.
Marcas de lujo como Gucci y Louis Vuitton también han adoptado este enfoque, diseñando empaques que priorizan la facilidad de apertura y añaden valor a la percepción del producto. En la industria cosmética, firmas como L’Oréal han optimizado sus diseños para garantizar accesibilidad y satisfacción inmediata en el consumidor.
Según estudios, el tiempo ideal para abrir un producto varía según su tipo: entre 5 y 10 segundos para productos de consumo diario, de 15 a 30 segundos en el caso de dispositivos electrónicos y hasta 45 segundos para artículos de seguridad infantil. Un diseño de empaque poco funcional puede derivar en devoluciones, críticas negativas en redes sociales y una disminución en la fidelización del cliente.
La optimización del diseño de empaque se ha convertido en un elemento clave para mejorar la experiencia del consumidor y fortalecer la reputación de la marca. Un empaque accesible y bien diseñado no solo facilita el uso del producto, sino que también refuerza la percepción de calidad y el compromiso de la empresa con la satisfacción del cliente.